miércoles, 12 de agosto de 2009

nuestra fascinación con el tiempo

El tiempo: lineal o curvo? El futuro enlaza con el pasado?



Todos entendemos a quien nos dice: “Aquello me pareció eterno”. En “La Montaña Mágica”, la bella novela de Thoman Mann (que he tenido en mi mesa de noche por más de 60 años), Hans Castorp escucha a su primo Joachim decir: “Un minuto es lo que dura la manecilla del reloj en darle vuelta al círculo”.
“Pero”, replica Hans Castorp: “cuanto dura eso? Puede variar mucho - dependiendo de como nos sentimos…son 20 horas de Hamburgo hasta Davos, ciertamente, pero en tren... Y, en nuestra imaginación, no toma ni un segundo!”.
Einstein ilustraba su teoría de la relatividad con dos ejemplos: lo eterno de estar sentado “un minuto sobre una estufa caliente” o lo fugaz de “estar una hora con Marilyn Monroe”.
Jorge Luis Borges se preguntaba si el río del tiempo fluía hacia el pasado. Algo que suena absurdo pero que está curiosamente alineado tanto con la más modernas ideas sobre el universo como con el sentir de los esquimales, quienes dicen: “Ello ocurrió en un tiempo muy lejano… en el futuro”, al comenzar sus narraciones. No solo la intuición de Borges o la de los esquimales pudiera ser certera sino que se quedaría corta, al compararla con los conceptos científicos de Stephen Hawkins, Paul Davies (“The Goldilocks Enigma”) y otros astrofísicos, quienes hablan de un multiverso (no de un universo) cuántico y visualizan el tiempo como circular y no lineal, como una serpiente que se muerde la cola (de allí que, para ellos, el futuro podría apenas ser una parte del pasado). Según Davies la mecánica cuántica permite especular sobre una causalidad retrógada (hacia atrás), una forma de teleología que le daría a los eventos futuros la capacidad para influenciar el pasado, especulación ya planteada por Richard Feynman en los años cuarenta. Davies especula que, en un universo progresivamente colonizado por la inteligencia humana, dado suficiente tiempo, una super-inteligencia puede llegar a fusionarse con el universo: “la mente y el cosmos se hacen uno”. Esta audaz idea es el tema de un bello cuento de Asimov, (por cierto, su cuento favorito), en el cuál un computador se va haciendo más y más poderoso con el tiempo hasta que llega el momento en el cuál, ya solo, flotando en el cosmos, pronuncia las palabras bíblicas: “Hágase la luz”.
T. S.Eliot, con su capacidad para ser profundo o simplemente ininteligible (lo cuál es frecuentemente lo mismo) , nos dijo (traduzco de memoria, pero esto es lo esencial):

“Nunca cesaremos de explorar
y el fin de nuestra exploración será
llegar al sitio donde comenzamos
y verlo por primera vez”.

Pero, más allá de las especulaciones científicas sobre el universo y el tiempo, totalmente fuera de nuestra capacidad, también podemos asomarnos al concepto más humano y asequible del tiempo, desde el religioso hasta el romántico. Cuando al arquitecto de una iglesia medioeval se le pregunta cuanto tardará la construción, responde: “ Posiblemente unos cien años más. Mi cliente no está apurado”. Y Andrew Marvell (1627-1678) le dice esto a su amada:

“Si universo y si tiempo nos sobrara
no sería crimen tu pudor, señora,
sentados lentamente pensaríamos
como pasar nuestro amoroso día….
…Pero, detrás de mi oigo, sin descanso
Llegar del tiempo la carroza alda…
Y ya que no podemos detener el sol,
Forcémoslo a correr señora”.

El tiempo también actúa como tío de la nostalgia. Oigamos a Baudelaire y su añoranza por los días sencillos del pasado:

“Amo la memoria de aquella épocas desnudas
cuando el sol se divertía dorando las estatuas”.

Y puede ser, también, la razón de muchos sufrimientos, como la perenne angustia de los venezolanos presos en La Rotunda, cantados por Job Pim:

“Y cuando el guardia en su ronda nos pregunte
como amanecimos por aquí
obtendrá un silencio elocuente
que equivale a no amanecí…”.

El tiempo es, además, el hermano mayor del ocio, el cuál, bien entendido, es una de las actividades más nobles del hombre. Cuando el mercader le dice a El Principito que ha inventado unas pastillas que eliminan la sed y por tanto ahorran una hora al día, el tiempo involucrado en beber agua, el principito responde “ Si tuviera una hora extra para gastarla en lo que quisiese, me iria caminando lentamente hasta un manantial”.




1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente articulo Coronel..


La linealidad del tiempo no es mas que parte del ya obsoleto paradigma del determinismo.. ya la ciencia renunció al concepto determinista del espacio tiempo (Einstein el pionero) y de la misma existencia (mas alla de Heisenberg).. Ahora es perfectamente razonable renunciar al determinismo social..

Marx no es mas que la expresión mas ortodoxa del determinismo.. una sociedad que tiene un camino predefinido en el "tiempo", planteando una única via hacia el futuro, sin lugar a dudas ideas que hace largo rato deverian permanecer en los liros de historia, y no en escuelas y universidades como sustento ideológico del fracasado socialismo.

Saludos.

R.E.H.R