miércoles, 22 de diciembre de 2010

Un regalo de navidad


"Juntos ascendimos la colina...y más de un día feliz hemos vivido juntos..ahora debemos bajar lentamente...e iremos tomados de la mano.."
"John Anderson", de Robert Burns, 1759-1796

Comparto mi turno semanal como voluntario en el hospital del condado de Fairfax con dos “jovenes”como yo. Hablando en un momento de poca actividad descubrimos que los tres sobrepasamos los cincuenta años de matrimonio. Yo soy el “novato”con 54 (dentro de una semana). Uno de ellos tiene 64 años de matrimonio y el otro 56 años. El de más larga vida matrimonial dijo que él había aprendido pronto a decir “yes, dear”, lo cual era un chiste. Yo me puse a pensar en mi experiencia y dije que el éxito de mi matrimonio de 54 años se debía a a que había sido un verdadero torneo de cortesías, lo llamé “a tournament of courtesies”.

Esta definición pareció gustarles a mis compañeros. La llamaron muy apta para definir la relación entre dos personas civilizadas que llegan a ser complementarias en las cosas pequeñas y grandes de la vida, que caminan juntos, tomados de la mano, por ese laberinto que puede ser la vida.

Y es que al destilar la esencia de una vida armoniosa en compañía he llegado a esa conclusión. Pasión, amor, el peso de una tradición familiar, la química personal, las experiencias compartidas, todo juega un papel importante en cementar o destruír un “martirmonio”, como lo llamaba Abelardo Raidi, quien vivió más de 50 años con su Teresita. Pero al final de cuentas lo decisivo es ese torneo de pequeñas o grandes cortesías que se desarrolla de manera cotidiana lo que mantiene unido a una pareja y la compenetra hasta llegar a ser indispensables el uno para el otro. No es mi deseo entrar a hablar de mi vida personal sino indicar que una vida entre dos seres humanos que no se apoye en ese contínuo intercambio cotidiano de cortesías pudiera tener problemas. Tender camas, barrer un piso, lavar unas ollas, colocar una toalla limpia, bajar una válvula, recordar un cumpleaños, llevar una flor, una botella de champaña, invitar a compartir un almuerzo en el restaurant de la esquina, comprar un pequeño regalo, buscar una medicina, tomar la mano de quien se siente angustiado o angustiada o abrazar a la pareja estrechamente con frecuencia y sin motivo alguno, son todos buenos ejemplos de ese torneo de cortesías que mantiene sólida una relación entre dos seres humanos.

Y la ñapa, por decirlo así, es que, al final de la vida, cuando muchos seres humanos se encuentran solos frente a la inmensidad del universo, es particularmente reconfortante saber que alguien nos toma de la mano, como al John Anderson descrito por Robert Burns, para caminar a nuestro lado hacia lo desconocido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Dr. Coronel,

Muy bella historia que llega al alma. Lo felicito por la felicidad que ha disfrutado con su esposa a lo largo de muchos años.

Aprovecho para desearle unas felices navidades y un muy venturoso 2011. Igualmente, para pedirle que le dedique al menos un post al Zulia y los zulianos quienes están dando la pelea más importante que se ha dado ultimamente, en contra de la dictadura castro-comunista de Chávez. Lo abraza su siempre apreciador y amigo, Helímenes Portillo desde el Sur del Lago, en el medio del Zulianazo también llamado el Tsunami Zuliano....